Antes que la memoria estuvieron en mí los viajes. Con el tiempo, aprendí a caminar lejos de casa, también literalmente: di mis primeros pasos a unos 1200 km de Buenos Aires.
Hubo vacaciones, viajes de estudio y trabajo. Me mudé más de 25 veces. Algunas implicaron miles y miles de kilómetros, otras, unos pocos metros. Alguna vez necesité un camión, otra alcanzó con una mochila y no faltó la ocasión en que pedí prestado un carrito de supermercado, cuyo incesante ir y venir habrá regalado sonrisas a algún vecino… y robado el sueño a otros (el carrito era ruidoso).
Hay muchas formas de viajar, pero no importa el lugar, el medio de transporte, el equipaje, la compañía o la soledad, siempre llegamos al otro lado del mundo del otro lado del mundo.
El otro lado del mundo es un lugar y también una mirada. El otro lado del mundo es uno mismo. Te invito a descubrir el otro lado del mundo: historias, lugares, ideas, palabras.
Gracias por venir, es mi deseo que en el otro lado del mundo siempre te encuentres en casa.
Leo